lunes, 8 de marzo de 2010

Los ciclos naturales, Parte 2

Un ciclo anual que con los años fue siendo comprendido, analizado, pulido hasta llegar a nuestra actualidad, donde los neopaganos hablamos en la actualidad de 8 puntos que marcan la actividad solar en cada hemisferio. Dentro del neopaganismo hablamos de sabbats o fiestas del ciclo solar, cada una de ellas con un simbolismo propio y asociado a como la intensidad de la luz solar nos va afectando tanto en lo externo como en lo interno. Esta de más decir que tanto la naturaleza como el hombre alcanzan su punto de máxima ebullición en el verano, donde la actividad es total, mientras que en invierno, frio y contracción, la actividad disminuye al mínimo.

Comprendamos el ciclo solar. para ello, partiremos del más simbólico de los sabbats, aquel que ha sido usado por mayor cantidad de culturas como un símbolo místico, el Solsticio de Invierno.

Como sabemos, nuestro planeta se encuentra inclinado en 23º aproximadamente, por ende en su órbita en torno al Sol, la luminosidad cambia de un hemisferio al otro. El solsticio de invierno es cuando la luz solar en menor cantidad a un hemisferio, por estar alumbrando en ese momento con mayor intensidad al hemisferio contrario. Podemos decir, simbólicamente, que es el momento de mayor oscuridad en un hemisferio, el día de las sombras más largas. Así entonces, sumidos en las tinieblas del día más corto y la más larga noche, al surgir el Sol por el horizonte el día del Solsticio de Invierno, nos recuerda que incluso cuando estamos sumidos en las tinieblas del alma, no se trata más que de la antesala a emerger hacia la luz. Es la noche del solsticio la más extensa del año, pero posterior a ella, las noche se acortan y los días aumentan su duración. Es por esto que los antiguos asociaron este momento al resurgir de la luz y la esperanza, por eso, es que en muchas de las culturas antiguas, los redentores nacían en el Solsticio de Invierno, como símbolo que traían una nueva luz en medio de las tinieblas en que se sume la humanidad cíclicamente.

Puesto que el solsticio de Invierno se asocia al nacimiento, debe haber una etapa de lactancia posterior, esta se ve reflejada en el siguiente paso de nuestro ciclo, conocido entre los paganos como Imbolc, que representa la nutrición de la nueva forma, basándose en la protección dada por la figura materna, la madre cósmica nutre a sus hijos pequeños e incapaces de alimentarse por si mismos. Imbolc corresponde al punto medio entre el Solsticio de Invierno y el Equinoccio de Primavera.

Avanzamos aún adentrandonos en el Equinoccio de Primavera, Ostara, como se le conoce en el neopaganismo, aquí tenemos infancia, niños jugando, divirtiéndose, descubriendo el mundo que se muestra ante ellos, sorprendiéndose ante cada cosa tal como lo hicieron nuestros antepasados en épocas remotas. Sigue corriendo el reloj de la naturaleza hasta llegar al siguiente punto, intermedio entre el Equinoccio de Primavera y el Solsticio de Verano, este punto, conocido como Beltane, nos habla de adolescencia, de despertar sexual, la exploración de las capacidades reproductivas del cuerpo, pero a la vez de los placeres íntimos. La sexualidad está de fiesta, los cuerpos estan preparados para la creación de la siguiente generación que ha de nacer en el siguiente Solsticio de Invierno.

Llegamos al Solsticio de Verano, punto en que el Verano, la estación cálida llega a su punto más alto (aunque erróneamente, muchos crean que es el comienzo de la estación, tanto solsticios como equinoccios nos hablan del punto más alto de estas). Aquí los cuerpos estan plenos, es la madurez, la vitalidad es plena, aunque falta de experiencia que ira ganando con el paso del tiempo, el fuego interno arde, buscando nuevos desafíos, pasiones, experiencias más intensas. Los Campos rebosan en vida, la energía del Sol unida a las bendiciones de la Tierra nutren los cultivos. Cultivos que serán cosechados en Lammas, punto medio entre el Solsticio de Verano y Equinoccio de Otoño, Lammas es la primera cosecha, aquí los primeros frutos del trabajo son recogidos, la energía y madurez se compensan, ya no es tanta la vitalidad como antes, pero la madurez alcanzada permite invertir adecuadamente las energías para poder sacar mejores provechos.

Avanzamos hasta el Equinoccio de Otoño, la llamada segunda cosecha, aquí nos comenzamos a preparar para el Invierno que con su crudeza nos augura carestía, por ende, almacenamos comida, tal como el hombre, adentrándose en sus años, comienza a tomar previsiones para tener una vejez cómoda y digna. Vejez que ha de llegar el el siguiente ciclo y culminar en Samhaim (punto medio entre el Equinoccio de Otoño y el Solsticio de Primavera), que es la siempre presente muerte, toda persona tiene solo una certeza en la vida y es que morirá, en Samhaim muere el ser antiguo, siendo esta la tercera y última cosecha, muere el dolor cargado en los hombros, muere el pesar y los prejuicios, muere el hombre vulgar y básico, muere lo que ha dejado de ser útil, la muerte, con su pureza intocable nos quita de encima el peso de aquello que ya no tiene sentido conservar y nos abre el paso a una nueva vida, una encarnación nueva de nuestra conciencia en un vehículo adecuado a las nuevas condiciones que ha de afrontar. La bendita muerte nos libera y abre el camino a una nueva vida que surgirá en próximo Solsticio de Invierno.

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